Por Pablo Rodriguez Palenzuela
Su blog: La lógica del titiritero
“Durante la Edad Media, los espectáculos en los que se torturaban animales eran muy frecuentes en toda Europa: peleas de perros, gallos, ratas y, por supuesto, corridas de toros. En Inglaterra eran muy populares las llamadas bull-baitings en las que se torturaba a los toros con la ayuda de perros especialmente adiestrados. También había bear-baitings, aunque los osos eran mucho más escasos y difíciles de mantener. Naturalmente, eran otros tiempos. Las ejecuciones públicas y los Autos de Fé constituían un entretenimiento popular muy apreciado. La última ejecución pública en Madrid tuvo lugar en 1890.
A partir del siglo XVIII las ideas de los filósofos de la Ilustración fueron calando poco a poco en la sociedad, y este tipo de actos empezaron a ser considerados brutales e inaceptables. En Inglaterra fueron abolidos en el siglo XIX, de manera que el debate que está empezando a producirse estos días en España sobre la abolición de las corridas de toros lleva un retraso de más de un siglo con respecto al resto de Europa. La única razón que nos hace especiales a los españoles es que somos los únicos que permitimos que la tortura de un animal sea un espectáculo público. Hace doscientos años lo hacía todo el mundo.
Es evidente que la “tradición” no puede invocarse como un argumento suficiente en sí mismo para defender la salvajada que suponen las corridas ¿Acaso no es tradicional la ablación femenina en muchos países africanos? ¿O en “sati”, esa costumbre hindú de quemar a la viuda en la pira del marido? Seguramente, las peleas de gladiadores se habrían considerado parte de la “tradición hispano-romana”. Aunque no lo parezca, el mundo ha evolucionado bastante en el sentido moral, para lo cual ha sido necesario romper con diversas “tradiciones”. La afirmación de que “los toros son cultura” juega con el doble significado de la palabra. Por un lado, cualquier cosa que ocurra con frecuencia en una sociedad puede considerarse parte de su cultura. Por otra parte, el término tiene una connotación positiva de “actividades de orden superior que ennoblecen a quienes las practican” como el arte, la literatura o la ciencia. Si se acepta que “los toros son cultura” podríamos aplicar el mismo argumento a la violencia machista, y ¿quién va a negar que el machismo tiene una larga tradición en España?
Algunos pro-taurinos argumentan que no tiene sentido prohibir las corridas si no se prohíben también las matanzas de focas o la caza en general. El argumento viene a reconocer que sí, que las corridas son una burrada pero también hay otras burradas. Por las mismas, si a alguien le acusan de un crimen podría defenderse diciendo que… ¡más crímenes cometió Hitler! Y es muy posible que también deberían prohibirse otras atrocidades. Pero eso es un asunto completamente distinto.
La posible extinción del toro de lidia es otro de los argumentos comúnmente empleados para defender el tinglado taurino, aunque tampoco es un argumento válido. El toro de lidia es una raza de una especie doméstica (Bos taurus) y naturalmente, el número de ejemplares depende de las decisiones que tomen los humanos al respecto. Su extinción, si se prohibieran las corridas no sería inevitable (aunque la conservación tendría un coste). El caso quedaría englobado en la problemática general de conservar la biodiversidad de animales y plantas domésticas que caen en desuso. Un problema sin duda urgente y que afecta a especies tan emblemáticas como el burro. Análogamente, las dehesas dedicadas a la ganadería brava no tendrían por qué convertirse al instante en urbanizaciones o centros comerciales. Deberían ser protegidas debido a la riqueza de estos ecosistemas, pero sin duda, otras formas de aprovechamiento, respetuosas con el medio son posibles.
Algunos pro-taurinos radicales han llegado a argumentar que los toros no sufren, a pesar de que la violencia y crueldad de la “fiesta” es evidente. Existen razones neurológicas para pensar que sí lo hacen. Para empezar, su sistema límbico es muy parecido al nuestro. Para seguir, el dolor tiene un fuerte valor adaptativo en los animales superiores. Curiosamente, no aparece ningún trabajo de investigación publicado sobre este tema en PubMed, la principal base de datos de investigaciones biomédicas. Búsqueda en PubMed (aquí)
En resumen, las corridas de toros hacen un espectáculo de la tortura de un animal capaz de sufrir y son por lo tanto una “salvajada” doble, por la tortura en sí y por el hecho de hacer un espectáculo público de ello y (frecuentemente) televisado. Al elevarlo a la categoría de Bien de Interés Cultural, nuestros gobernantes han dado un paso más en la “apología de la tortura”, hurtando además un debate público que debería producirse con urgencia.
Hace doscientos años todo el mundo en Europa hacía estas cosas. Ahora sólo las hacemos los españoles. Somos los últimos torturadores. Un dudoso honor.”
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